Desde la Cámara de Comercio de Córdoba continuamos en nuestro Ciclo de Entrevistas con una nota a la familia Frappampino. Comenzaron con un negocio de ferretería y cerrajería, que con el paso de los años se convirtió en una de las distribuidoras más importantes del país.
Vito compraba y vendía motos mientras pensaba cómo generar otros negocios. Podría ser simplemente un dato sin importancia si no fuese porque tenía apenas quince años. Y había una simple razón que explicaba cada desafío: su amor por el comercio.
El padre era dueño de un bar y le pasó la posta en el año ‘81. Si bien comenzó a atenderlo, había algo de ese rubro que a Vito no le gustaba, no le convencía. Fue por eso que, como buen amante de los fierros, en su significado más literal, decidió abrir una ferretería-cerrajería en la calle Obispo Salguero y la nombró con su apellido: Frappampino.
En ese momento, un amigo le comentó que un importante distribuidor había cerrado sus puertas, le dijo que era un ‘nicho importante’, por lo que decidió viajar a Buenos Aires donde visitó muchas fábricas. Así comenzó a dedicarse exclusivamente a llaves y herrajes.
“El oficio lo aprendí de casualidad, con algunos amigos que me enseñaban. Un poco jugando, otro poco en serio”, cuenta Vito.
El comienzo en el rubro que lo apasionaba lo emprendió con una compañía muy especial: Mirta Mare, esposa, compañera de vida y cofundadora de la ferretería. “Muchas de las cosas que hicimos juntos, sin ella hubiese sido imposible. Al principio, cuando yo atendía la ferretería, ella se encargaba del bar. Después nos dedicamos solamente a esto”.
Después de trasladar la ferretería a calle La Rioja, viajó a Italia en el año ‘90. Fue su primer viaje en soledad hacia el Viejo Continente, donde buscó la mejor fábrica de llaves para encontrar ideas y novedosos productos.
A partir del año 1987 se dedicaron a la comercialización y distribución de productos de cerrajería en todo el país. Pasaron por todas las crisis e innumerables momentos difíciles. Uno de ellos fue cuando compraron una casa vieja para instalar el actual local. Decidieron demolerla y construir tres pisos, pero a mitad de obra, se dio la hiperinflación en Argentina. Aún así, y gracias a un enorme esfuerzo, lograron terminarla.
“Trabajábamos sábados y domingos, jornadas completas. Comíamos un sandwich y seguíamos armando estanterías, sin descanso. Con mi mujer estuvimos más de diez años sin salir de vacaciones. Por eso amo lo que tenemos, es el valor que le da el sacrificio”, dice Vito, con profundo orgullo y la humildad propia de un esforzado emprendedor.
Al poco tiempo, las vidas de ambos se transformaron por completo con la llegada de sus hijos. Así, se repartían el cuidado y las actividades de los niños.
“Los primeros recuerdos que tengo son corriendo entre las estanterías, jugando con las llaves. Nuestra diversión era jugar con todo lo que había en la ferretería. En el fondo, sin saberlo, también aprendíamos el oficio”, cuenta Sabrina, quien actualmente es Gerente de Relaciones Humanas en la empresa.
Ella recuerda que su padre les enseñaba a observar, a aprender utilizando los materiales más allá de conocer la teoría, y que su madre siempre estuvo más cerca lo administrativo. En sus estudios, cotejaba las materiales con lo que vivía en el negocio, lo que la ayuda a aprender mucho en el día a día.
“Nos basamos en nuestros pilares de honestidad, crecimiento y transparencia. Trabajamos constantemente eso con el plantel. Tenemos un período continuo de capacitaciones, todas las semanas, desde hace tres años. Pusimos el conocimiento en práctica”, agrega.
Distribuidora Frappampino trabaja con empresas de Europa (de Alemania, Inglaterra e Italia), China, Japón y Perú. En Argentina, se vincula con cerca de 50 fábricas nacionales.
Ariel también es hijo de Mirta y Vito, aunque su área es la comercial. “Estamos trabajando con marcas de primera línea, vienen fábricas internacionales muy importantes y nos dan créditos iniciales, facilidades de pago, con una confianza increíble. Estos últimos años hemos avanzado muchísimo”.
Remarca la búsqueda constante de productos destacados, únicos, que solamente se consiguen allí. Unos de los mejores ejemplos son los candados importados y los buzones que llegaron desde España, como así también ítems de gran tecnología.
En el año 2018 llevaron adelante un importante rediseño de su página web y logo, disminuyendo también la cantidad de letras: Frappa. “Si uno no estudia y no se va aggiornando a los cambios, es difícil. Hay que contagiar eso al resto, que tengan el mismo ideal, intentando que las piedras se transformen en alas para despegar más rápido”, agrega Ariel, quien además de tener a cargo su sitio online maneja las redes sociales.
Frappampino vive una etapa de transición generacional muy importante, donde los fundadores tienen la voluntad de separarse de la rutina de la empresa, aunque continuando su rol de permanentes asesores. Así, los dos hermanos tienen el hermoso desafío de replicar lo que hicieron sus padres.
“Tomamos los cursos de la Cámara de Comercio, hicimos además la Diplomatura en Gestión de Comercios junto a la Blas Pascal y muchas cosas desde la comercialización exterior, buscando siempre nuevas soluciones a nuestros clientes. Estamos en un gran proceso de profesionalización. Nuestro objetivo es ser la distribuidora más grande del país”, afirma Sabrina.
Vito piensa. Desvía su mirada hacia el suelo, vuelve a levantarla y esboza una tímida sonrisa. “Con mi experiencia, creo que ya lo somos”, y agrega: “Afianzarse es lo primero, después las otras cosas vienen solas. No se puede gastar lo que no se tiene, y siempre hay que reinvertir. Eso me lo enseñó mi viejo, es la única manera que conozco”.
Hace algunos meses, su empresa recibió la primera mención de la categoría Comerciante del Año en los Premios Al Comercio 2019. “Fue una caricia, no lo esperaba. El 2019 fue duro y este premio me enorgulleció por mis hijos, mi señora, por todo el equipo. Me emocioné muchísimo cuando me enteré. Fue una palmada que nos dio energía para seguir, a uno lo hace sentir muy bien”, dice Vito.
Sabrina no puede contener la emoción, infla su pecho y logra mencionar algunas palabras. “Fue un reconocimiento a un esfuerzo enorme, a los fundadores, a tantos años. Y también a todo el equipo La empresa familiar es amor y pasión puesto en acción. Es un ‘sigan que van bien’. Cuesta mucho, pero esto nos emociona y sabemos que valió la pena. El ‘vamos por más’ tiene una connotación muy positiva para arrancar este 2020 de la mejor manera”.