La Semana Global del Emprendedor se celebra cada tercera semana de noviembre, en más de 165 países. Es por ello que, desde la Cámara de Comercio de Córdoba, decidimos continuar en nuestro Ciclo de Entrevistas con Leandro Antonio Pareja, fundador de Aguas La Hilda y distinguido como Joven Comerciante del Año.
Porque cuando comenzó la escuela primaria, ya tenía el afán de vender aquellas cosas que no utilizaba. Incluso, a los diez años, vendió la bicicleta de su mamá (que ella sí usaba a diario) para comprarse unos botines, lo que derivó en un reto mayúsculo. Pero era solo el inicio…
“Le dije a mi mamá que no quería estudiar una carrera, que yo quería estar en el comercio. Ella es contadora. Me dijo que estaba loco”, recuerda Leandro.
Cuando le restaban apenas seis meses para terminar de cursar el último año del secundario, Leandro ya había creado la marca y había comprado bidones de agua, convencido además de que podía dar trabajo a sus compañeros y amigos.
Su “locura” lo llevó a pensar en su emprendimiento mientras trabajaba para una empresa que vendía viajes a Bariloche. Comenzó a observar los roles de la venta desde otro lugar. Buscó una necesidad primaria y recordó la sodería de sus tíos, a los que visitaba cuando iba de vacaciones a Jesús María.
Compartió su idea con dos amigos, un abogado y un mozo. Aceptaron, dividieron los porcentajes y abrieron el telón.
“Arrancamos en Alto Alberdi, en la casa de mi abuela materna. Ella me crió, me acompañó siempre. Cuando hice el emprendimiento, le puse su nombre: La Hilda. Pero no le dije. Hice las etiquetas, le llevé un bidón de 20 litros y no entendía. Después se largó a llorar. Me agradeció mucho”, cuenta Leandro, con la voz atrapada en la emoción.
En una humilde piecita ubicada en el patio del hogar, comenzaron a envasar el agua. Los días transcurrían, los resultados no aparecían y las dificultades eran protagonistas. Como consecuencia, a los tres meses, uno de sus amigos decidió abandonar el proyecto. El restante hizo lo propio, dos meses después.
“Quedé solo. Eso me dio fuerzas, pensar en que yo quería seguir, emprender, tenía un objetivo. Veía que no levantaba, pero iba a tocar puertas, regalaba bidones. Cuando creía que me equivocaba, lo hacía de otra manera, siempre a prueba y error”, afirma Leandro.
De a poco, las puertas empezaron a abrirse. Al consolidar el primer reparto, llamó a su mejor amigo de la secundaria, que trabajaba en un shopping. Hoy tiene un equipo en el que, a excepción del encargado de seguridad, ninguno supera los 25 años. Está integrado por seis amigos de su barrio, uno del colegio y tres familiares (un tío, encargado del cuidado de los vehículos, una prima y un primo).
En Córdoba Capital, un proceso de dos años permitió consolidar tres repartos, divididos en descartables, para kioscos, y retornables, destinados principalmente a casas de familia. En busca de más, Leandro decidió salir en su camioneta con destino a las sierras. Allí, comenzó repartiendo en Malagueño, San Nicolás y Carlos Paz, hasta llegar a gran parte del Valle de Punilla.
El agua es de gran calidad, baja en sodio. Tomada de red, pasa por un filtro que le saca el sabor y luego por otro, de arena gruesa, que le quita la turbidez. Luego, la conducen por un esterilizador, se almacena en tanques y, cuando baja, se le realiza el proceso de ozonización para quitar absolutamente todas las bacterias. La producción aproximada es de 7.000 litros por día.
“Estoy convencido de que al que persevera le llega lo bueno. Quiero que siempre el cliente me vea llevando el agua o arreglando la camioneta. Trato de inculcar el respeto y la honestidad con el cliente. Deposito mi confianza total en ellos. Me gustaría en algunos años, hacer también la materia prima de los envases”, dice Leandro.
Con 22 años, y a poco más de tres años de haber iniciado el emprendimiento, fue distinguido como Joven Comerciante del Año en los Premios Al Comercio 2019 y recibió la Mención de Honor al Desarrollo Productivo Regional en los Premios Joven Empresario Cordobés 2019.
“Es una caricia al alma, al corazón. Por ahí uno se va llorando porque las cosas no salen. Pero esto motiva, dan ganas de seguir. Tratamos de hacer las cosas mejor de lo que las hacemos”.